Hoy os proponemos una receta ideal para los amantes de los sabores agridulces y que nos permite aprovechar las últimas fresas de la temporada o las que nos hayan quedado olvidadas en el frigorífico. Podemos usar esta salsa (no dulce) con pasta y queso rallado como si fuese una salsa de tomate, o bien a modo de ‘chutney’ en bocadillos, sándwiches, o para acompañar carnes.
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Ingredientes para 4 personas o para envasar 2 tarros medianos:
350-400 g de fresas maduras (300 g ya limpias)
1 cebolla morada pequeña
2 dientes de ajo
3 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
3 cucharadas de agua
1 cucharadita de vinagre balsámico de Módena
Ralladura de limón
Albahaca fresca (o 1 cucharada de salsa pesto)
Sal y pimienta negra
Guindilla (opcional)
Elaboración:
Cortamos el ajo y la cebolla en trocitos pequeños y los pochamos a fuego suave en una pequeña cacerola antiadherente junto con el aceite de oliva.
Lavamos las fresas y les cortamos el rabillo y las troceamos en láminas finas.
Cuando las cebollas estén transparentes y muy poco doradas añadimos las fresas, la ralladura de limón, el vinagre, el agua y la albahaca. Si queremos un toque picante podemos añadir una guindilla pequeña, que apartaremos después.
Dejamos que la mezcla cueza a fuego suave unos 10 minutos. Con ayuda de un tenedor o machacador de patata aplastamos un poco las fresas para que no queden tan enteras, sazonamos con sal y pimienta al gusto y dejamos cocer a fuego lento otros 5 minutos.
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Foto: salsa |
Retiramos del fuego y servimos la salsa caliente sobre pasta recién hecha y acompañamos con abundante queso manchego curado o parmesano rallado.
Si queremos que quede más espeso tipo ‘chutney’, emplearemos sólo 1 cucharada de agua, aumentaremos el vinagre a 1 cucharada sopera y dejamos que reduzca la mezcla durante más tiempo.
Posteriormente envasamos la salsa bien caliente en botes de cristal que previamente habremos enjuagado con agua hirviendo. De esta manera nos durará en el frigorífico varias semanas sin echarse a perder.
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