Hace pocos días, en concreto el 29 de mayo de 2012, se ha celebrado el Día Mundial de la Salud Digestiva. En general, está demostrado que el consumo de yogur es mejor tolerado que la leche en muchas patologías digestivas, por su menor contenido en lactosa y mayor digestibilidad. Sin embargo, los preparados comerciales no siempre ofrecen resultados tan prometedores como los que a menudo tratan de hacernos llegar, además de que suelen contener un elevado contenido en azúcares y su precio suele ser relativamente elevado.
Por ello os proponemos realizar yogur casero, una forma fácil y económica de tener siempre yogur de calidad en casa.
Según este artículo de Gastronomía &Cia, también aparecido en El País, los yogures probióticos no modifican la composición de la flora bacteriana.
Este artículo refleja que actualmente hay muchos estudios científicos sobre los yogures probióticos, su efectividad, la dosis o el tiempo en el que se hacen efectivos los beneficios para la salud que le otorgan, y su acción entre muchas otras cuestiones, sea cierto o no, se han difundido ciertos beneficios digestivos si se consumen productos con probióticos, pero realmente se conoce menos de lo deseado (y de lo que pensamos) sobre los efectos de estas bacterias en la flora intestinal.
Aunque hay muchas esperanzas, también hay investigaciones que muestran resultados desalentadores, como los comunicados por un grupo de investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington (St. Louis) que concluye que los yogures probióticos no modifican la composición de la flora bacteriana.
Recordemos que en líneas generales, los probióticos se describen como microorganismos concretos vivos que se añaden a ciertos alimentos para que lleguen al intestino donde sobreviven, y en dosis adecuadas, trabajen en beneficio para la salud intestinal, regeneración de la flora bacteriana, prevención de infecciones, reforzar el sistema inmunitario, etc.
Los investigadores han obtenido resultados desalentadores sobre dichos beneficios del consumo de yogures probióticos que actualmente se instalan en la cesta de la compra de casi toda la población.
Para conocer la acción de los yogures probióticos, se realizó un muestreo antes, durante y posteriormente al consumo de un producto lácteo fermentado disponible en el mercado con contenido de bacterias Bifidobacterium animalis subsp. lactis, dos cepas de Lactobacillus delbrueckii subsp. bulgaricus,Lactococcus lactis subsp. cremoris, y Streptococcus thermophilus.
Como indicábamos, los resultados no mostraron ningún cambio significativo en la comunidad bacteriana intestinal, no se da la colonización en la flora intestinal como se pensaba.
Lo que sí hallaron, con un posterior análisis genómico, fue una pequeña modificación en el metabolismo de los hidratos de carbono en los ratones (cuya flora intestinal había sido modificada para que contuviera las bacterias comunes del tracto intestinal humano), lo que sin duda va a abrir una nueva línea de investigación.
Las conclusiones de este estudio nos han llevado a recordar el realizado en el año 2007 por un equipo de científicos en Viena en el que se comparaban los efectos de un yogur probiótico y un yogur normal.
Concluyeron que casi desde el inicio, la ingesta de cualquiera de los dos yogures mostraba un aumento en la actividad intestinal, pero apenas se registraron mayores beneficios por el consumo de yogures probióticos, quizá únicamente un efecto algo más duradero que se solventaría con un consumo habitual de yogures convencionales.
Cómo preparar yogur casero
1 yogur natural (según la marca empleada, podemos obtener distintas consistencia)
2 cucharadas de leche en polvo
Calentamos la leche hasta que esté tibia; un truco casero es que al introducir el dedo meñique, no nos quememos. Si está más caliente, las bacterias lácticas del yogur morirían.
En un cuenco mezclamos el yogur, la leche en polvo y un poco de leche. Mezclamos bien y lo añadimos a la leche tibia.
Podemos introducir la mezcla en un bote de cristal ó dejarlo en la olla donde hemos calentado la leche. Tapamos con un paño, y envolvemos el recipiente con un paño ó toalla para que conserve la temperatura inicial.
Dejamos reposar en un lugar templado durante 24h-48h.
Transcurrido este tiempo, comprobamos que la leche ha espesado y dejamos enfriar varias horas en el frigorífico antes de consumirlo.
Además, podemos obtener un delicioso “queso fresco” tipo petit suisse, si volcamos con cuidado el yogur en una tela de gasa y la colgamos durante una noche para que escurra.
Ø Para saber más:
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Por: Lati Escudero
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